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La obesidad infantil está aumentando en los países occidentales.
El riesgo principal de la obesidad infantil a corto plazo es la aparición de hipertensión arterial y la elevación de los niveles de triglicéridos en sangre, dos problemas que pueden derivar en enfermedad cardiovascular.
Asimismo, existe riesgo de sufrir diabetes tipo II no insulinodependiente, que es la forma de diabetes propia de la edad adulta y que hasta ahora era muy extraño encontrar en la infancia.
Los niños obesos pueden presentar problemas en las articulaciones, especialmente en las rodillas, que aguantan un peso que no corresponde a su edad, y también en la piel, porque se producen rozamientos y estrías que en situación de peso normal no aparecerían.
La obesidad también tiene en ellos sus repercusiones psicológicas, pues hay que tener en cuenta la posibilidad de ser el centro de las burlas de los compañeros, por la poca preparación en los deportes.
Frente a estas situaciones, el niño obeso puede encontrar consuelo únicamente en comer más, y entrará así en un círculo vicioso.
Los hábitos alimenticios se aprenden en edades muy tempranas, y adquirirlos correctamente conducirá a una mejor prevención de la obesidad.
Todos los alimentos están permitidos si se toman con moderación. Evidentemente, algunos, más calóricos que otros, tendrán que tomarse en cantidades limitadas, como es el caso de las salsas de acompañamiento, los embutidos, los productos de pastelería...
En cuanto a las bebidas, deberá aplicarse el mismo criterio. En caso de sed, hay que beber agua, cualquier otra bebida será permitida sólo de forma extraordinaria.
Deberá valorarse también el tiempo empleado en mirar la televisión y las horas frente a la pantalla del ordenador, en especial si ello va acompañado de la toma de alimentos.
El tiempo dedicado a actividades sedentarias debe combinarse con otros momentos para la práctica de deportes.
Si el niño mantiene estos principios en su alimentación y los acompaña de la práctica regular de cierto nivel de actividad física, seguramente conseguirá mantener un peso adecuado a su talla.
Todo ello conlleva tiempo, paciencia y una fuerte motivación por parte del niño y la familia.
Sólo un comportamiento alimenticio y un modo de vida equilibrados servirán para luchar eficazmente contra su obesidad.
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