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La intolerancia a la lactosa consiste en la incapacidad para digerir la lactosa, el azúcar predominante en la leche.
Esta incapacidad es la consecuencia de tener sólo pequeñas cantidades de lA enzima lactasa, que se produce en las células que revisten la pared intestinal, y que rompe la lactosa en formas más simples que pueden ser absorbidas.
Cuando no hay suficiente lactasa para digerir la cantidad de lactosa consumida, hablamos de intolerancia.
Los síntomas que suelen presentarse entonces son náuseas, flatulencia, diarrea o dolor abdominal, entre otros, dependiendo su intensidad de la cantidad de lactosa que la persona tolere.
Algunas causas de intolerancia a la lactosa son bien conocidas. Por ejemplo, hay enfermedades digestivas relacionadas con el intestino delgado que pueden reducir la cantidad de lactasa producida.
En otros casos, sin embargo, se presenta con la edad, ya que a partir de los dos años ya se empieza a producir menos enzima, aunque hay personas que no desarrollan ningún síntoma hasta mucho más adelante.
No hay un tratamiento para incrementar la producción de lactasa, pero los síntomas pueden controlarse a través de una dieta exenta de lactosa en la que, por tanto, no tenga que digerirse y no ocasione molestias.
Al establecer la dieta sin lactosa y, por tanto, excluyendo la leche, que es rica en calcio, debe tenerse presente la inclusión de otros alimentos ricos en esta sustancia.