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El acné es una inflamación crónica del folículo pilosebáceo con obstrucción de poros y lesión cutánea, las alteraciones cutáneas presentan gran variedad y diferentes grados de gravedad, pudiendo, o no, ocasionar lesiones residuales.
Las causas pueden ser variadas pero en general podemos decir que durante la pubertad aumenta la producción de andrógenos (estimulada por la hormona del crecimiento) en ambos sexos, siendo estos andrógenos (hormonas masculinas) los responsables del aumento de grasa en el folículo pilosebáceo por estimulación de las glándulas sebáceas de la piel. Los microorganismos descomponen este exceso de grasa originando ácidos grasos libres, que son altamente irritantes.
El uso de cosméticos inadecuados y el estrés pueden producir un empeoramiento del acné. El sol y los rayos ultravioletas producen una curación aparente al reducir la producción de grasa junto a su poder antiséptico, pero desgraciadamente al cabo de unas semanas la piel recupera su ritmo normal y empeora.
De todo lo expuesto se deduce que la higiene del rostro es básica , para ella se recomiendan el uso de detergentes sintéticos (syndets) o geles limpiadores al agua, además debido a la sequedad que ocasionan los tratamientos antiacneicos se recomienda el uso de hidratantes sin grasas (oil free), formuladas usando siliconas.
Los antibióticos tópicos como eritromicina o clindamicina son útiles al evitar la proliferación bacteriana, también actúa como antibacteriano la nicotinamida que, aunque no es un antibiótico actúa como tal y como antiinflamatorio por lo que también es usado en geles tópicos contra el acné. El peróxido de benzoilo es un potente agente oxidante que tiene virtudes antimicrobianas, evita la producción de sebo y es antiinflamatorio, lo cual lo convierte en el agente de primera elección en el tratamiento del acné leve-moderado.
También pueden usarse en combinación con los anteriores, otros productos pertenecientes al grupo de los queratolíticos que actúan reduciendo la cohesión del folículo favoreciendo la eliminación del sebo, los más importantes son ácido glicólico, ácido láctico y ácido málico, aunque también se usan con este fin ácido salicílico, azufre y resorcina.
En formas leves la fitoterapia puede ser de utilidad, utilizándose para tal fin gasas impregnadas en infusiones de plantas tales como Bardana, Hamamelis, Onagra, Aloe o Milenrama. El tratamiento debe aplicarse en toda la zona afectada y no sólo en las lesiones, ya que el tratamiento también previene nuevas lesiones.
Evitaremos además que el cabello caiga sobre frente y mejillas, y procuraremos que los tratamientos capilares y champús estén libres de fases grasas que podrían empeorar la enfermedad.
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